domingo, 6 de julio de 2008

Ana María Salas

A mediados de 2002 decidí viajar a París con mi madre, que iba durante seis meses a trabajar. Al cabo de ese tiempo volvería con ella y me dedicaría a realizar la película (aún incierta) con la cual me graduaría de mis estudios de cine en Bogotá.
Antes de irme, mi padre me regaló una pequeña cámara de video handycam.
Una vez en París, el deseo de quedarme más de seis meses se fue imponiendo en mí. Hice lo posible para inscribirme en una universidad.
En noviembre de 2002 supe finalmente que había sido admitida en filosofía. Podría entonces quedarme más tiempo en París. Pero abandonaba al mismo tiempo mis estudios de cine en Bogotá.
Años después caí en cuenta de que fue en ese mismo período que empecé a grabar mi primer diario en video.
Con este mismo diario editado (Frente al espejo) me gradúo hoy de estudios de cine en París.
El día en que tomé la cámara para comenzar el diario, lo primero que hice fue grabar solamente mi voz diciendo la fecha sobre una imagen negra (dejando la cámara tapada). Luego llegó la imagen: dos pares de zapatos bien puestos sobre un pequeño tapete en una esquina de nuestra casa provisional de París. Era una imagen de lo cotidiano, que no pretendía decir algo específico.
Fue un gesto para mi misma, pues se trataba de un verdadero diario íntimo, que no pensaba mostrar, y también un gesto espontáneo, intuitivo, no reflexionado, sin intención particular. El gesto se dio en aquel momento.
Ahora entiendo esa imagen como un comentario visual del día que estaba viviendo. Así entiendo igualmente todas las otras imágenes grabadas posteriormente, como comentarios sintéticos (siempre cortos –segundos o pocos minutos–) de lo que vivía el día o el momento en que grababa, precedidos de mi voz diciendo la fecha de cada día sobre negro.
Hoy sigo grabando de la misma manera mi diario, que se ha vuelto una práctica esencial en mi vida.
La decisión de hacer un diario en video implicó el preguntarme sobre su especificidad con respecto a los diarios escritos (que escribo regularmente y desde la infancia).
Desde el principio asumí esta práctica como una exploración constante del lenguaje audiovisual, con la cual busco expresar el sentimiento, la sensación particular, el estado de ánimo en el cual me encuentro en el momento en que grabo, con la imagen, el sonido directo, los movimientos de cámara, lo que se ve y lo que no se ve en la imagen. Siempre he querido evitar la palabra, el relato hablado.
No hay una razón pensada, reflexionada racionalmente, ni una escritura, que me guíen en el momento de tomar la cámara para filmar. Así, la preocupación por crear narración no tiene lugar cuando grabo –viene después, en el momento de la edición–.
Los elementos que aparecen en el diario son todos aquellos que están a disposición en la vida cotidiana; objetos personales, de la casa, fotos colgadas en los muros, rayos del sol sobre el piso, la lluvia, el cielo a través de la ventana, las personas que me rodean…
Hay un ejercicio de síntesis en esa exploración, pues grabo muy poco, trato de captar imágenes que condensen el ambiente exterior o mi ambiente interior. La exigencia de una imagen sintética y condensada hace necesario un ejercicio de la mirada.
Paralelamente al ejercicio de la mirada, sucede que la vida transcurre y en ciertos momentos percibo algo como una pausa, un reposo del mundo y mío; el espíritu parece posarse, detenerse un instante y alejándose de la velocidad, de la dispersión del día a día, aproximándose a un estado contemplativo, acoger el mundo que me rodea. Se podría incluso decir que ese reposo del espíritu permite al fin una mirada, ser espectador de la vida momentáneamente en un canto de pájaros, en un gato, la ventana de un vecino, un reflejo…
Luego se trata de intentar grabar como miro.
La contemplación es entonces en este caso activa, pues se da con la acción de grabar.
La imagen captada por la cámara cada día es un presente vivido, y es también un presente en la medida en que yo estoy presente en el momento en que filmo. Es un momento de presencia intensa, en el que estoy ahí, en ese instante, conmigo misma y con el mundo.
Así, el diario está exclusivamente compuesto de presentes. Éstos se vuelven posibles, probables, por el hecho de hacer un diario, que es un elemento de un modo de vida particular.
Incluso si no grabo todos los días, pues nunca me obligo a hacerlo, la práctica del diario es constante, cotidiana. Paralelamente a la práctica concreta, es decir al hecho de grabar, a la exploración con la cámara, existe toda una elaboración mental que es a veces conciente, pero que se desarrolla la mayor parte del tiempo en un lugar profundo del pensamiento alejado de la conciencia. El hacer el diario siempre está presente, así no grabe (durante un día o varios meses).
La vida íntima, la intimidad, que no está para mi ligada a la prohibición, a la censura, al secreto, sino que entiendo como una riqueza interior que se encuentra en el fondo de nosotros, me da los elementos para una mirada subjetiva, propia. Esta mirada me permite apropiarme del mundo, construir un mundo que me sea propio. Así, me construyo al mismo tiempo un lugar en el mundo, poniéndome en relación con él de una manera particular.
Mi vida es el material de trabajo, de experimentación audiovisual. Es el pretexto para trabajar audiovisualmente, y no el objetivo. El fin del diario no es hablar de mi vida, ni contarla. No creo tener ningún interés exhibicionista en contar mi vida íntima públicamente. Lo que me interesa, es poder compartir sensaciones, percepciones, estados de la intimidad con los espectadores.
El carácter elíptico del diario, hecho de fragmentos de momentos de cada día, permite al espectador crearse su propia historia. Los silencios entre cada fragmento son como espacios en los que cada espectador aloja su historia, probablemente ligada con su propia vida.
Mi vida, materia prima con la cual trabajo, es al mismo tiempo soberana. El diario sigue la vida, capta momentos de su transcurrir, no la dirige, ni la fuerza.
La vida es la materia de trabajo del diario. El diario, inversamente y como dando a su vez, es un rico material para trabajar mi vida.
A.M.S.

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