domingo, 6 de julio de 2008

Angélica María Zorrilla

















Nombro nombre propios, acciones pasajeras y reiteradas emociones de extrañeza. Yo me rindo, no me resigno. Me rindo cuentas que llevo contando hace tiempo del uno al cero, cuentas de número y de cadenita colgada al cuello como regalo, adorno y ornamento. Rendida rendición consagrada al embellecimiento o al ahogo si con ella aprieto mi cuello y la hago una horca diminuta para rendirme al sujetar, para ser sujeto jugando con juego de palabras y juegos de manos y anhelos. Rindo con la media injusta, aleatoria, intrusa, doy lo que toca: estas manos y la inercia de una mirada que se queda tan sólo en la enunciación de la fuerza. Rindan mis actos los hechos manifiestos, los también tácitos sujetos, personas sobre las que actúa el verbo, pieles de aquellos otros cuerpos y entendimientos; el tacto sigue por eso queda la piel con sus manos (mano izquierda de inventario, mano derecha de consuelo), y estos dedos en extensión escriben.
Rinden los sonidos no emitidos, los fortuitos, los aparecidos en conjunción con el suceso, profusos silencios; patetismo del sí mismo que se deja oír cuando se choca encerrado entre las orejas, cuando letra a letra dicta esta súplica de ausencia, rima pobre y como pobre también maldita. Minuto a minuto, el tiempo pasa lento si me propongo verlo pasar y gira sobre un sólo eje o palpita titilando como una lucecita en la distancia que aparece y permanece hasta volverse a ir; tiempo ánima, cañón vacío para ser recorrido y alma sólida que pretende la gloria.
Me rindo con las manos en alto, alistada para el fusil que señalando dará la última muerte, esa presente siempre y anunciada con antelación, deseo último de toda condena o simple querella de víspera venidera: blanco y negro, el mundo se ve a color.
A.M.Z.

No hay comentarios: