domingo, 6 de julio de 2008

Eva Celín

Las escenas que uno verdaderamente desea pintar tienen que ver con la historia íntima de nosotros mismos, los pintores. Creo que la mejor parte de acumular trabajos plásticos y el proceso por el que estos son llevados a cabo, es mirar hacia atrás y darse cuenta de que hay elementos constantes que permanecen y que vistos en retrospectiva son un reflejo de nuestros intereses, de nuestro interior. Trabajar en una obra es como materializar en varios objetos la historia de nuestra vida, que a su vez está determinada por objetos que vamos encontrando y que refieren innumerables historias.
De esta manera, mi mundo plástico se va creando a partir de otras obras que a su vez van construyendo mi historia, ya sean las canciones de Billie Holiday o de Diomedes Díaz, los poemas de Jacques Prévert, la película María Antonieta o la película La Insoportable Levedad del Ser. Lo interesante es mirar de forma retrospectiva que tanto de las impresiones visuales de un artista, mezcladas con sus recuerdos, ideales y sentimientos terminan siendo el material para crear una serie de objetos que llamamos obra y que representan un fragmento de su propia historia íntima.
Hice una serie de cuadros que tomé de una película estadounidense estrenada hace poco más de un año: María Antonieta, de Sofía Coppola. Me impactó la dirección de arte y la fotografía. Imágenes de zapatos, telas, flores, sombreros, abanicos, aretes, collares, vestidos, pasteles, galletas, postres y ponqués, eran demasiado para una mujer. Así fue como pensé en escoger algunas imágenes para luego pintarlas. Me imaginé en la “pajarera” o en la calle 53 –lugares de Bogotá que me encantan– escogiendo escarchas de colores, piedras semipreciosas, plumas, encajes, lentejuelas y mostacillas para introducir en mis láminas de acrílico. Ésto me daba la oportunidad de volver a hacer collage, mi técnica preferida.
Con esta serie de cuadros pretendía hacer un paralelo entre los objetos que son representados en las escenas de la película y los materiales reales con los que dichos objetos son confeccionados desde hace siglos. Me pareció importante mostrar que en el retrato se puede apreciar cómo los objetos de una persona logran describirla ¿Cómo negar que nuestra historia íntima está estrechamente ligada a los objetos que usamos a diario? Frente a lo perdidos que nos podemos sentir al no encontrar nuestra auténtica intimidad construimos a menudo nuestra identidad a partir de los objetos que poseemos: cómo nos vestimos, qué coleccionamos, cómo adornamos nuestro espacio vital.
La intimidad está relacionada en un momento dado con los pensamientos que tenemos. Las personas, salvo algunas afortunadas excepciones, siempre están pensando entratar de mejorar, perfeccionando mentalmente sus vidas. En el retrato pintado el único vislumbre de ésto es la mirada. Nuestra historia íntima, por definición, pertenece al interior, lo que se proyecta de ésta, lo que está en el exterior es solo un sombrío y distorsionado reflejo. Mas este reflejo si quiere ser trascendido gracias a un retrato, es preciso observarlo en los ojos.
Me parece increíble cómo al pintar dos líneas curvas que se encuentran de frente, un círculo oscuro entre ella, dos minipuntos blancos (éstos son opcionales) obtienes una mirada. Los misterios en los que se sumerge el ser humano, sus frustraciones, sentimientos, pensamientos y emociones, se materializan en el retrato para abrirse a la interpretación de quienes lo observarán posteriormente. La mirada de la persona retratada se vuelve un puente entre su historia íntima y el interior del espectador.
En el caso de mis retratos no importa que sea María Antonieta o la actriz que la interpreta, lo que importa es que el espectador se sienta acompañado e identificado con ellos. Reconocerse en las imágenes de otros seres humanos y acercarse a lo que sienten los otros. Ésto es lo que me parece que representa el interés que se tiene en los retratos, el ansia que se despierta al tratar de buscar el alma de las personas y saber si los otros son o no, como nosotros.
La pintura es un proceso en el que me reconozco y en el que creo que el espectador puede buscar también algo de sí mismo. Los retratos son sistemas de identificación entre la persona que retrata, el retratado y quien lo observa en el ejercicio eterno en el que permanecemos los seres humanos: la búsqueda de saber quienes somos.
E.C.

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